«La evolución vuelve a triunfar sobre Monsanto: ¿Aprenderá la humanidad?»

images(5)La transnacional Monsanto desarrolló por lo menos tres «especies» de maíz transgénico, modificando genéticamente el cereal nuestroamericano, con la adición de ADN de la bacteria Bacillus thuringiensis. La finalidad de esta modificación era conferirle al maíz la capacidad de producir toxinas que mataran las larvas de varios escarabajos que se alimentan de sus raíces. Dicho maíz se está comercializando en todo el planeta desde 1996. Movimientos ecologistas, colectivos a favor de las semillas autóctonas y opuestos a los transgénicos, así como muchos científicos y científicas, vienen advirtiendo sobre los graves errores implícitos en el desarrollo y despliegue en el campo de especies transgénicas.

Estas críticas, además de centrarse en el probable impacto de la toxina insecticida en la salud de las y los consumidores, se enfocaron principalmente en señalar la capacidad que tienen los seres vivos de adaptarse a su medio y superar condiciones adversas. En el caso de la aplicación de biocidas, esa capacidad de adaptación se llama «resistencia». Estudios recientes han demostrado lo que es lógico y esperado por aquellos que defendemos los saberes ancestrales: Individuos de la especie Diabrotica virgifera han desarrollado resistencia a la toxina del maíz transgénico de Monsanto. Esto, a pesar de que las autoridades gringas decidieran ignorar múltiples advertencias, presumiblemente para permitir que Monsanto continúe destruyendo agroecosistemas por todo el mundo.

Hasta el año 2010 el maíz-monstruo estaba más allá de todo escrutinio. Fue luego de protestas organizadas por entomólogos de las principales universidades agrícolas gringas, que las empresas de semillas permitieron que investigadoras e investigadores externos lo estudiaran. Esto evitó por más de una década que se demostrara lo que era lógico suponer.

Un alarmante 76% del maíz sembrado en el país gringo es de las tres especies transgénicas «BtCorn» de Monsanto, lo cual nos da una idea de la magnitud del problema que esta empresa ha creado. En 2011 se publicaron los primeros estudios que llamaban la atención sobre la resistencia de las larvas de Diabrotica sp. a las tres toxinas de las especies de maíz transgénico en Iowa. En un estudio de varios años, se demostró la oferta engañosa de la transnacional, pero la evidencia fue desechada.

En algunos casos se intentó culpar a las y los productores del campo por no cumplir con los «requerimientos de gestión de resistencia» que Monsanto vende junto con sus semillas transgénicas. El hecho cierto es que, aún cuando la Agencia de Protección Ambiental gringa aprobó dichos requerimientos en 2001, para 2005 en Winsconsin y Minnesota el cumplimiento de los mismos no llegaba al 75%.

Cabe destacar que los «requerimientos de gestión de resistencia» fueron modificados en 2002 para exigir un 50% de maíz no modificado en cada parcela, como refugio para evitar la selección de insectos resistentes, pero quienes se negaron a dicha medida fueron las empresas de semillas, no las y los productores del campo. No obstante, la repetición de un monocultivo, cosecha tras cosecha, no constituye una práctica muy inteligente, que se diga.

Hoy en día se reporta la resistencia en Illinois, Nebraska y Dakota del Sur, además de los estados arriba mencionados. Este hecho implica que no se trata de un solo caso de resistencia que se ha distribuido en el espacio, sino que es la emergencia de resistencia en diferentes puntos del mapa al lo largo del tiempo.

Las implicaciones de esta realidad científicamente demostrada son múltiples, y deberían abrir un profundo debate y reflexión sobre el papel de las transnacionales en la alimentación, el papel de la ciencia y la tecnología en cuanto a la modificación genética de especies que han evolucionado a lo largo de millones de años, y el papel protagónico del poder popular en lo concerniente a la soberanía y seguridad alimentarias.

Lógicamente, Monsanto propone una nueva versión de su maíz-monstruo, más venenosa, como una solución para detener los insectos-monstruos que creó. Afortunadamente, en Venezuela no está permitida la comercialización ni la siembra de transgénicos (organismos genéticamente modificados).

El Ministerio del Poder Popular para el Ambiente, a través de su Comisión Nacional de Bioseguridad, tiene la función de vigilar que este mandato sea cumplido. La Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Innovación, cuenta con un laboratorio de organismos genéticamente modificados en granos y alimentos elaborados, y presta servicios en éstas áreas.

¿Aprenderá la humanidad a resistir los cantos de sirena de las transnacionales?

¿Seguiremos creyendo que los problemas complejos pueden tener soluciones sencillas y mágicas?

¿Nos organizaremos en unidades urbanas que permitan la producción y el control locales de nuestros alimentos?

Con información de http://www.wired.com/wiredscience/2014/03/rootworm-resistance-bt-corn/

NOTA: Sobre el uso del gentilicio «gringo» o «gringa», ver es.wikipedia.org/wiki/Uso_de_la_palabra_americano

Fuentes:
http://www.digitaljournal.com/article/326208
http://www.agrobio.org/fend/index.php?op=YXA9I1lYTnBiWEJzWlE9PSZpbT0jTXpZPQ
http://www.ers.usda.gov/data-products/adoption-of-genetically-engineered-crops-in-the-us/recent-trends-in-ge-adoption.aspx#.UyjoYibgVwB
http://www.pnas.org/content/early/2014/03/12/1317179111
http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0022629
http://www.agbioforum.org/v8n23/v8n23a12-hurley.htm

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